viernes, 23 de noviembre de 2007

CONTRA LOS BLOGS POR CIENTO

GRAN ARTÍCULO "EN LA COLUMNA DE UMBRAL" CONTRA LA MAYORÍA DE LOS BLOGS; HAY QUIEN MONTA UNA WEB DE ÉSTA Y SE CREE ESCRITOR. AMBOS DETESTAMOS ESTE SOPORTE


Aburrimiento de las palabras, de Henry Kamen
La profesión de ser escritor tiene muchas responsabilidades e inquietudes de las cuales no es menor la preocupación de fracasar por completo a la hora de comunicar. Es un hecho triste que muchos de los que trabajamos con las palabras tenemos problemas para encontrar una audiencia: los libros no se venden, los artículos no se leen. Es por esto que la tecnología moderna permite a algunos gastar energía escribiendo blogs, en los cuales hablan consigo mismo, con palabras que flotan por el ciberespacio y que las leen sobre todo aquéllos que tienen poco contacto con la palabra escrita.
¿Son encomiables los blogs? Es posible que no, ya que una buena proporción de ellos son poco más que un popurrí de palabras que sirven para expresar opiniones pero que no fomentan la causa de la literatura o de la información.
El flujo de palabras en la prensa, en novelas y en el ciberespacio ha conducido sin duda a un deterioro de la cualidad, y también a un cierto aburrimiento intelectual. Hace algunos años, Umbral comentaba la verborrea de muchos escritores, y se refería en particular al trabajo de unos cuantos que vivieron en el exilio en los años 50 y produjeron durante ese periodo una gran cantidad de escritos que pocos se molestaron en leer. Mencionaba a uno de ellos como «aburridísimo». Es verdad que si un escritor consigue comunicar con muy poco público, y sus escritos no se traducen a ninguno de los idiomas internacionales, la causa debe estar en que su oferta es aburrida. Efectivamente, el propio escritor a quien Umbral mencionaba había confesado, varios años antes, que «nuestras palabras van al viento», y añadía: «Confiemos en que algunas de ellas no se pierdan».
Sin embargo, las palabras ciertamente se perdieron, dando una cierta prueba de que eran aburridas. El volumen de palabras, casi inevitablemente, tiende a aumentar en especial cuando no tenemos nada significativo que decir. Hay periódicos digitales hoy que ya no se preocupan de dar información. Tratan de entretenernos con opiniones, chismorreos, debates y blogs, e invitan a los miembros del público a que participen en orgías verbales. En la mayoría de estos textos, el nivel de literatura es terrible y el de entretenimiento es cero. La palabra escrita deteriora hasta el punto de que no sirve para ningún propósito, y en lugar de estimular la creatividad la mitiga.
A pesar de todo, como sabemos, el propósito de las palabras debería ser el de comunicar y entretener. Hablando de su ultima película Leones por Corderos, Robert Redford decía recientemente que «uno ha de entretener, y si lo haces correctamente, dejas a la gente pensando». Lo mismo vale para los escritores (e incluso, en mi caso, para los historiadores). En algunas secciones de la prensa hoy, hay miles de palabras impresas que no ayudan al lector a pensar. Tampoco entretienen. Hay días cuando, al abrir los periódicos, uno siente que el reino del aburrimiento de las palabras ha llegado para quedarse. Afortunadamente, todos sabemos que todavía hay un puñado de personas que emplean diestramente la palabra, y que son capaces de comunicarnos bien. Son unos pocos, pero su trabajo sobrevivirá.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Diego, va por ti

Diego, te he escrito estas letrillas así, de corrido. Una carta cuyo contenido seguro que conoces y que leerás, como siempre, con esa media sonrisa en la cara mientras ves el fútbol en la tele.

Pájaros de madrugada y el primer alba de noviembre rayando el horizonte. Silencio en la ciudad y una vida quebrada en la soledad rectilínea de un bulevar de provincias. Ululaban las sirenas, sonámbulos en la noche y una quietud tempestuosa de luto.
Un punto blanco en la lejanía, un día funesto encima de las cabezas y la sinfonía del abrazo apenas reparador. Con estas imágenes el hijo de puta del Destino quiso despedirme de ti. No lo consiguió.

La vida se fue en la tiranía del segundo. Tomé tu cuerpo y ya eras parte de mi historia, la de una soledad parecida a la vida donde me sumergiré para siempre, aunque te desobedezca.

En mi memoria, en ese lugar donde la existencia es más digna, tú, hermano, apareces cantándole coplillas a nuestro hermano Bernardo, planeando tu beca para compartirla conmigo y confesándome tu desprecio a la muerte, esa maldita rubia que no ha hecho más que aumentar tu grandeza.

Pero sé, hermano, que te fuiste feliz, canturreando; con el alma ardiendo de dicha por la victoria de tu Madrid y una sonrisa que intuí con certeza cuando me asomé a darte el hasta siempre más amargo. Le dijiste a la Parca que, para huevos, los tuyos; que te ibas para el otro mundo con la confianza altanera de quien se sabe con el cielo ganado.

Por qué, hermano, te fuiste cuando precisaba de tantas noches. Por qué, Diego, tomaste el tren expreso a un vacío que no es sino un recuerdo atronador de multitudes.

Por qué, cabrón, me dejaste tan solo y con esta mala vida, en medio del páramo y con dos botellas