miércoles, 7 de mayo de 2008

TESTIGO DIRECTO. SECCIÓN. NUEVO PERIODISMO

Aunque contrarie a mi amigo "mundano" de un blog cercano, los periodistas de izquierdas también hacen buenos reportajes. Éste es de Maruja Torres, que como columnista me recuerda a las redacciones del borracho de mi barrio, pero como cronista y ejemplo de "TESTIGO DIRECTO" ha creado escuela. Será que EL PAIS no paga por la "última".


Hacia las dos de la tarde -una hora menos en España (11.00 GMT)- jóvenes chíies y presumiblemente de Hezbolá, el Partido de Dios, arrancaron desde el municipio de Ghobeiry, situado en los barrios del sur de Beirut -que en el verano de 2006 fueron duramente bombardeados por Israel-, dispuestos a invadir la capital con su alegría de pobres que por fin salen en los telediarios. Iban en moto.

Más tarde, los veteranos se dirigieron a la autopista que conduce al aeropuerto con bulldozers y camiones.

Para entonces, Beirut ya era algo más que una ciudad fantasmal sobre la que se levantaban las humaredas producidas por el incendio de neumáticos y contenedores de basura que cortaban las principales arterias. La zona cristiana de Tabaris, a pocos cientos de metros de lo que fue la Línea Verde de la guerra mayormente civil que asoló el país de 1975 a 1990, era un hervidero de tanques y personal militar y policial. "Vaya usted a donde quiera, señora", dice el sargento tras contemplar con esmero -y casi con ternura- mi acreditación. "Pero yo no se lo aconsejo. Ellos no le dejarán pasar".

Ellos y nosotros, así funciona. No en dos bandos, en más. Me telefonea un amigo druso: "Mis primos y yo no podemos salir de casa. Cola ha sido tomada por encapuchados que nos piden el carné de identidad". Cola es una parte de la Corniche el Mazra -por la mañana ha habido alli intensos tiroteos; quizá también por la noche-, que se llama así porque antiguamente albergaba la fábrica de Coca-Cola. Luego el barrio se infló de chíies y se pusieron todos a beber Pepsi, que a su juicio no es una marca judía.

Ha habido un momento por la mañana, antes de que los motorizados de Hezbolá se dirigieran a la manifestación, antes de que la oposición -los propios partidarios del Partido de Dios y sus aliados, los cristianos maronitas del ex general Michel Aoun, los chíies de Amal, el movimiento del presidente del Parlamento, Nabih Berri- marchara por la autopista del aeropuerto, con tiendas de campaña, dispuestos sus miembros a iniciar una sentada similar a la que protagonizan desde hace más de un año y mantiene cadáver el Parlamento? Antes, cuando creíamos que íbamos a vivir una jornada más de algaradas, pero sin consecuencias? Antes, los soldados habían soltado el aliento, los policías de máxima seguridad se regocijaban saludando a esta española y ofreciéndole agua. Poco después, a eso de la una del mediodía, la cosa no se puso para bromas.

Había tiroteos en diferentes puntos de la ciudad. Luchas interpartidarias que brotaban como las flores lavanda de algunas acacias, como las gardenias en los balcones. Puntualmente. ¿Querían decir algo? Cerca de mi casa, en Corniche el Mazra, en la sede de un periódico -Futuro-, del movimiento del mismo nombre, en el bloque gubernamental, liderado por Saad Hariri. Llamadas a la calma. Olor de pólvora en las calles, rumores de heridos. Imposible comprobar nada, yendo de un punto a otro caminando -la ciudad, cada vez más vacía; los vigilantes, más recelosos, con más nervios-, salvo eso: el olor del miedo y de la pólvora suelta, todavía confundible con el olor de una verbena.

Son las 17.30 horas en Beirut, una menos en la península y dos menos en las islas Canarias, y de vez en cuando rasgan el aire ráfagas de metralleta -a 500 dólares un Kalashnikov de la guerra antigua: hace un año costaban 50-, y la cosa parece no ir ni a más ni a menos.
Decepcionante para Occidente. Esto no es Irak ni es un tsunami